Se trata de un misterio acerca del
cadáver regio que a día de hoy todavía no ha sido desvelado. Todo
comienza tras la desamortización de Mendizábal. En 1837, los restos
reales ubicados en el monasterio de Poblet (donde había sido enterrado)
fueron saqueados junto con otras tumbas de personajes destacados. El
párroco local recogió los restos y los guardó en la sacristía. En 1844
los despojos recuperados fueron llevados a la catedral de Tarragona,
donde procedieron de una manera bastante chapucera: como Jaime I era
mucho más alto de lo normal, se seleccionaron los restos que respondían a
tales rasgos, y como las crónicas dicen que, en vida, recibió un
flechazo que le atravesó incluso el yelmo, se cogió el cráneo que
presentaba una herida en la frente.
De
esta guisa permanecieron los despojos regios más de cien años. Pero,
¿era realmente este el cráneo del rey Conquistador? En los años
cuarenta, cuando se rehabilitó el monasterio de Poblet, se decidió que
sus restos volvieran allí donde el rey quiso ser enterrado. El profesor
responsable del proceso, Salvador Vilaseca, constató que la herida del
supuesto cráneo de Jaime I había sido realizada post-mortem, y que no
podía ser causa de un proyectil de arco o ballesta, de modo que
comenzaron a buscar el verdadero cráneo del rey. Entre el resto de
despojos rescatados cien años atrás, dieron con otro que sí tenía una
cicatriz, cerrada en vida, y que respondía a las citadas
características. ¿Sería este el cráneo de la momia del gran rey Jaime I
de Aragón? (Imagen). En la actualidad, lo que el sarcófago regio de
Poblet guarda, a falta de que vuelva a abrirse para un estudio más
riguroso, es una momia de un hombre alto, fornido y envuelto en un
hábito cisterciense; pero si miramos a su parte superior,
misteriosamente, sobre su cuello campean dos enigmáticas cabezas. ¿Qué
opinas?