Como muchos de vosotros ya conocéis, el
impertérrito castillo de Monzón se vanagloria de haber educado tras sus
muros al rey Jaime I el Conquistador: entre los años 1214 y 1217, el
cabildo templario de Monzón se encargó de la formación del niño. O eso
siempre nos han contado. Me apetece hoy revelarte algunas cosas
misteriosas de la figura de este controvertido monarca que quizás nadie
te haya explicado.
Al parecer, durante estos tres años, el rey convivió con un cabildo de frares
del Temple comandado por el castellán de la bailía y maestre de Aragón y
Cataluña, Guillem de Montrodó. Pero, con toda probabilidad, los
templarios de Monzón no se consagraron a la educación del joven rey
durante estos tres años, sino a su protección. Y prueba de ello es que,
ahora lo sabemos, Jaime I no sabía leer. ¿Lo educaron? Las facciones
nobiliarias habían aprovechado la minoría de edad de Jaime para
arrogarse mayores privilegios, amenazando la propia integridad del
muchacho; quién mejor para proteger al rey que un grupo de hermanos
templarios, favoritos del Papa y los reyes europeos. La educación de los
príncipes en la Edad Media la realizaban personajes de alcurnia afectos
al círculo palatino de los monarcas. No era necesaria la intervención
de todo un cabildo templario, máxime cuando la procedencia de sus
miembros era la baja nobleza, cuando no de otras capas sociales menores
(incluso Guillem de Montrodó procedía de una familia de infanzones), y
esto implicaba que la mayoría no sabían leer ni escribir.