martes, 3 de marzo de 2015

TUMBA DE JAIME I

Extraído de esta web
Las minuciosas investigaciones que se realizan en las tumbas reales de Poblet (Tarragona) para identificar los restos del príncipe de Viana, han arrojado la sorprendente noticia de que en el sepulcro del rey Jaime I el Conquistador, monarca de Aragón y Cataluña, tomador de Valencia y Mallorca a los moros, hay dos cabezas. Lo que, se han apresurado a señalar los miembros del equipo de estudiosos, significa con toda seguridad que al menos una no es la del emprendedor rey.
La causa del lío que trae de cabeza - valga la expresión- a los investigadores proviene seguramente de la época de la desamortización de Mendizábal. En el año 1837 se produjo en el monasterio de Poblet la profanación de las tumbas y la dispersión por los suelos de los restos de los monarcas y de los nobles allí sepultados, con lo que, al volverlos a reunir, se produjeron varios errores que ponen en duda la autenticidad de varios de los supuestos restos reales.
El párroco de l'Espluga de Francolí recogió en sacos los restos dispersos de las tumbas y en un loable acto de piedad los puso a resguardo en la sacristía. En 1844 se trató de recuperar los restos de los monarcas, muy mezclados. Se los extrajo de los sacos y se los colocó en una gran caja que fue enviada a la catedral de Tarragona. El arqueólogo Hernández Sanahuja identificó a Jaime I en uno de los cuerpos por sus grandes dimensiones, pues según el cronista de la época Desclot, el rey era un palmo más alto que los más altos de su tiempo. Además esos restos humanos estaban envueltos en un manto del Císter, y el rey era monje de Poblet en el momento de su óbito. La atribución, pues, de los restos no fue objetada por nadie.
En cambio, fue más difícil atribuirle una cabeza concreta al muerto, pues, carecía de cráneo adjunto. Dado que había varias posibilidades de elección, Sanahuja optó por un cráneo que presentaba una gran cicatriz en la frente, recordando que, según las antiguas crónicas, el rey resultó herido por una flecha en la cabeza en el asalto a Valencia. Así, ni corto ni perezoso, el arqueólogo puso el cráneo del agujero junto al cuerpo del individuo alto, dentro de la capucha cisterciense. El ahora completo cuerpo del rey fue instalado en un sepulcro al efecto en el interior de la catedral de Tarragona. Allí incluso pudo verlo durante una visita otro rey, Alfonso XIII, que comentó precisamente la cicatriz de la frente.

Cuando Poblet fue reconstruido y en él ya habitaban los monjes se decidió volver a trasladar allí los restos reales. Ante los de Jaime I, los expertos decidieron que una cicatriz tan grande como la que presentaba no podía ser resultado de una flecha, con lo que volvieron a buscar entre los cráneos sobrantes y seleccionaron otro más plausible. Eso sí, no se atrevieron a cambiarlo por el primero, por si acaso, y decidieron dejarlos los dos. Y así han estado medio siglo. Ahora, gracias a la técnicas modernas, especialmente la del ADN, se confía en determinar cuál es la verdadera cabeza del rey.

El objetivo primero del equipo de expertos es investigar la procedencia y autenticidad de los restos que, atribuidos a Carlos de Aragón, príncipe de Viana (1421-1461), se encuentran depositados en Poblet. El estudio, que se inició en 1992 y que ha ido avanzando con lentitud dependiendo de los recursos económicos, se extiende asimismo a la comprobación de otra treintena de restos reales.
Por el momento las investigaciones realizadas al cuerpo atribuido al príncipe son negativas porque su ADN no se corresponde con el de su madre, Blanca de Navarra, localizada en Segovia. El tórax de la momia, además, no es el de un hombre de 40 años, edad a la que murió Carlos de Aragón. En total, los supuestos restos del príncipe corresponden a tres personas diferentes. Lo que, sin duda, también es un lío para los especialistas.