1. LA LEYENDA DEL RAT PENAT
El empleo de la figura de animales en los escudos de ciudades o regiones es muy común. Hay escudos con osos, dragones, leones, águilas y todo tipo de animales feroces, majestuosos o simplemente mitológicos. Pero aquí en Valencia tenemos un animal muy peculiar como emblema. El murciélago. Son varias las leyendas sobre el porqué de este peculiar y entrañable animal en nuestro escudo. Y no sólo en el de la ciudad de Valencia, sino también por ejemplo en los equipos de futbol de la ciudad como el Valencia C. F. o el Levante. Voy a narrar la que me enseñaron de pequeño que es la que más me gusta de las que he visto que existen.
Cuenta la leyenda que el rey Jaume I estaba acampado en las cercanías de Valencia en su intento de arrebatar el control de la ciudad a los moros. La ciudad estaba sitiada por las tropas catalanas y aragonesas.
Una noche, dormía el ejército cristiano tranquilo y confiado cuando se oyó un sonido muy extraño en las proximidades de la tienda del mismo rey. Un soldado que oyó el misterioso ruido corrió a despertar al rey que de inmediato dio la orden de que estuvieran todos alertas y vigilantes.
Fue entonces cuando alguien descubrió que el ejército moro se hallaba muy cerca del campamento, emprendiendo un ataque sorpresa contra las tropas de Jaume I. Rápidamente, tomaron todos los soldados las armas para presentar la batalla al ejército moro. La lucha fue terrible, los moros sufrieron un número elevado de bajas que les obligaron a retirarse. El ataque sorpresa, casi a la desesperada había sido rechazado.
Al acabar la batalla, se quiso saber el origen de aquel misterioso sonido que había puesto en guardia al ejército cristiano cuando descubrieron que había sido un murciélago, el que había estado golpeándose a sí mismo en un tambor y tirando al suelo algunas armas que habían provocando el misterioso estruendo que habían escuchando en mitad de la noche.
En agradecimiento al murciélago, Jaume I hizo poner al murciélago en la parte más alta del escudo de la ciudad de Valencia.
Una noche, dormía el ejército cristiano tranquilo y confiado cuando se oyó un sonido muy extraño en las proximidades de la tienda del mismo rey. Un soldado que oyó el misterioso ruido corrió a despertar al rey que de inmediato dio la orden de que estuvieran todos alertas y vigilantes.
Fue entonces cuando alguien descubrió que el ejército moro se hallaba muy cerca del campamento, emprendiendo un ataque sorpresa contra las tropas de Jaume I. Rápidamente, tomaron todos los soldados las armas para presentar la batalla al ejército moro. La lucha fue terrible, los moros sufrieron un número elevado de bajas que les obligaron a retirarse. El ataque sorpresa, casi a la desesperada había sido rechazado.
Al acabar la batalla, se quiso saber el origen de aquel misterioso sonido que había puesto en guardia al ejército cristiano cuando descubrieron que había sido un murciélago, el que había estado golpeándose a sí mismo en un tambor y tirando al suelo algunas armas que habían provocando el misterioso estruendo que habían escuchando en mitad de la noche.
En agradecimiento al murciélago, Jaume I hizo poner al murciélago en la parte más alta del escudo de la ciudad de Valencia.
(extraida de la página web http://hayotravalencia.wordpress.com/2007/04/18/jaume-i-i-el-rat-penat/ )
2. LA LEYENDA DE LAS HOSTIAS CONSAGRADAS
Existe una leyenda que cuenta que el sacerdote de la localidad de Lluxent escondió las hostias consagradas en una montaña, ante un combate inminente. Los soldados cristianos ganaron el combate, y se cuenta que las hostias aparecieron ensangrentadas... los mitos se potencian para glorificar las batallas.
(extraida de la página web http://es.geocities.com/lopez_medel/pag50-04.htm )
3. LA LEYENDA DEL ORIGEN DEL NOMBRE DE LA HORCHATA
3. LA LEYENDA DEL ORIGEN DEL NOMBRE DE LA HORCHATA
Se dice que una mañana calurosa el Rey Jaime I iba paseando por primera vez por los campos de chufa valencianos y vió a una linda joven sentada al borde del camino al resguardo de una sombra y tenía en su mano una bebida blanca. El Rey Jaime I, debido a la calor, le pidió a tan hermosa joven que le dejara probar esa extraña bebida. Este al probarla respondió en valenciano "Açò es or, xata!" que traducido literalmente significa "¡Esto es oro, chata!".
4. JAIME I y LAS SOPAS DE AJO
Este acontecimiento ha traído a mi memoria una leyenda que cuenta que el rey Jaime I el Conquistador estaba en la ciudad de Teruel preparando la conquista de Valencia cuando contrajo una extraña enfermedad cuya causa no lograban hallar los médicos, y mucho menos el remedio para sanarla.
Dicen que una vieja se presentó anunciando que curaría al rey si se le proporcionaba una cabeza de ajo. Pero extrañamente, ni en Teruel ni en sus alrededores se logró encontrar una sola, ni siquiera un diente de ajo, por lo que seis valientes jóvenes (en algunas lecturas sólo fueron tres) penetraron en Valencia, tierra de moros, arriesgando sus vidas para conseguir una cabeza de ajo que salvara la vida del que sería el rey conquistador.
Sólo uno de los seis logró volver, y lo hizo con cinco cabezas de ajo, una por cada uno de sus compañeros expedicionarios que perecieron en el intento. Con ellas elaboró la vieja una pócima que el rey tomó sanando inmediatamente de su enfermedad.
Dicen que una vieja se presentó anunciando que curaría al rey si se le proporcionaba una cabeza de ajo. Pero extrañamente, ni en Teruel ni en sus alrededores se logró encontrar una sola, ni siquiera un diente de ajo, por lo que seis valientes jóvenes (en algunas lecturas sólo fueron tres) penetraron en Valencia, tierra de moros, arriesgando sus vidas para conseguir una cabeza de ajo que salvara la vida del que sería el rey conquistador.
Sólo uno de los seis logró volver, y lo hizo con cinco cabezas de ajo, una por cada uno de sus compañeros expedicionarios que perecieron en el intento. Con ellas elaboró la vieja una pócima que el rey tomó sanando inmediatamente de su enfermedad.
5. JAIME I Y LA APARICIÓN DE LA VIRGEN
La noche del 1 al 2 de agosto de 1218, la Virgen se les apareció a Pedro Nolasco, a Raimundo de Peñafort, y al rey Jaime I de Aragón, y les comunicó a cada uno su deseo de fundar una congregación para redimir cautivos. La Virgen María movió el corazón de Pedro Nolasco para formalizar el trabajo que el y sus compañeros estaban ya haciendo. La Virgen llama a Pedro Nolasco y le revela su deseo de ser liberadora a través de una orden dedicada a la liberación de los cautivos de los musulmanes, expuestos a perder la fe.
6. Texto de JAIME I Y LA LEYENDA DE LAS TRESCIENTAS DONCELLAS.
7. JAIME I y LA VIRGEN DE LA SILLA de FUENFRÍA
Es leyenda la procedencia de la Imagen y su denominación "de la Silla" de la que se cree fue regalada por el Rey Conquistador que la llevaba en su montura.
"Fuenfria fue muy dichosa,
con regalo tan precioso
que el rey D. Jaime animoso
nos hizo y extraña cosa
En este templo te adora
Como Reina y Soberana."
Tanto lo recogido en el Gozo cantado aún hoy a la Virgen, como por el P. Faci sobre la procedencia de la primitiva Imagen: "D. Jaime, al retirarse a su Corte de Zaragoza desde Valencia deja la Santa Imagen que siempre llevara con él, como Trono y Silla que se le debía por tantas victorias y favores...", es el origen de la leyenda que mantiene la devoción a la Virgen y de la actividad de su Cofradía.
"Fuenfria fue muy dichosa,
con regalo tan precioso
que el rey D. Jaime animoso
nos hizo y extraña cosa
En este templo te adora
Como Reina y Soberana."
Tanto lo recogido en el Gozo cantado aún hoy a la Virgen, como por el P. Faci sobre la procedencia de la primitiva Imagen: "D. Jaime, al retirarse a su Corte de Zaragoza desde Valencia deja la Santa Imagen que siempre llevara con él, como Trono y Silla que se le debía por tantas victorias y favores...", es el origen de la leyenda que mantiene la devoción a la Virgen y de la actividad de su Cofradía.
8. LA ORONETA Y JAIME I
El rei En Jaume I volia conquerir el regne moro de València. Feia uns dies que el rei havia conquerit Borriana i tenia les tendes muntades a prop del poble, en una plana assolellada. Aquells dies precisament una oroneta va arribar-hi amb les seues companyes, li va agradar el lloc i s'hi quedà.
Les tendes eren de colors molt vistosos; dalt els pals que les aguantaven volaven gallarets i al mig del campament hi havia la tenda reial, la més alta, la més bonica de totes. L’oroneta, de seguida, se’n va enamorar i construí el niu al pal del mig. Les seues companyes, passant i repassant, tot era dir-li: - No el faces allí… Les tendes són de roba… Qualsevol dia un cop de vent les arrabassarà… Però ella, com si res. Volia el seu niu allí, allí, aferrat al pal més alt de la tenda més alta, sota un gallaret groc d’or amb ratlles vermelles, com una flama. Així és que hi va fer el niu, hi va pondre els ous, els va covar i en van nàixer les oronetes més vives que mai hàgeu vist. Ara, que la pobra oroneta no s'hi veia de feina, caçava les mosques i els mosquuits a centenars, a milers, i vinga entaforar-los a les boques de les oronetes, sempre obertes de bat a bat.
Mentre l’oroneta s’afanyava pel menjar dels fills, el rei En Jaume es disposava per avançar cap a València. Va eixir de la tenda amb el casc lluent al cap, la capa de viatge damunt les espatles i a punt per muntar a cavall, quan els servents van començar a desparar la tenda. Però la pobra oroneta, en sentir com sorollava el pal, va endevinar que tot aquell enrenou acabaria amb el seu niu i les seues oronetes. I començà a volar i xisclar… Aleshores, el vol desesperat de l’oroneta va fer que el rei alçara els ulls, i ell, que era rei, sí que se’n va adonar del que passava. - Atureu-vos -va dir als seus servents-. No despareu la tenda. Aquesta oroneta hi ha fet niu a la nostra fe i fins que no se n’haurà anada amb els seus fills la nostra tenda restara alçada. L’oroneta, que va entendre el que passava, voleià el cap del rei com agraint-li-ho i va retornar al niu on els petits badaven, però tota la seua vida se’n va recordar. I quan ho contava als seus fills, néts i besnéts quedava una miqueta somniosa, com si veiera la imatge del cavaller més gentil, alt i ben plantat. I quan el rei fou molt vell, va voler que aquest fet fora escrit en la seua Crònica, perquè tothom ho sabera.
Les tendes eren de colors molt vistosos; dalt els pals que les aguantaven volaven gallarets i al mig del campament hi havia la tenda reial, la més alta, la més bonica de totes. L’oroneta, de seguida, se’n va enamorar i construí el niu al pal del mig. Les seues companyes, passant i repassant, tot era dir-li: - No el faces allí… Les tendes són de roba… Qualsevol dia un cop de vent les arrabassarà… Però ella, com si res. Volia el seu niu allí, allí, aferrat al pal més alt de la tenda més alta, sota un gallaret groc d’or amb ratlles vermelles, com una flama. Així és que hi va fer el niu, hi va pondre els ous, els va covar i en van nàixer les oronetes més vives que mai hàgeu vist. Ara, que la pobra oroneta no s'hi veia de feina, caçava les mosques i els mosquuits a centenars, a milers, i vinga entaforar-los a les boques de les oronetes, sempre obertes de bat a bat.
Mentre l’oroneta s’afanyava pel menjar dels fills, el rei En Jaume es disposava per avançar cap a València. Va eixir de la tenda amb el casc lluent al cap, la capa de viatge damunt les espatles i a punt per muntar a cavall, quan els servents van començar a desparar la tenda. Però la pobra oroneta, en sentir com sorollava el pal, va endevinar que tot aquell enrenou acabaria amb el seu niu i les seues oronetes. I començà a volar i xisclar… Aleshores, el vol desesperat de l’oroneta va fer que el rei alçara els ulls, i ell, que era rei, sí que se’n va adonar del que passava. - Atureu-vos -va dir als seus servents-. No despareu la tenda. Aquesta oroneta hi ha fet niu a la nostra fe i fins que no se n’haurà anada amb els seus fills la nostra tenda restara alçada. L’oroneta, que va entendre el que passava, voleià el cap del rei com agraint-li-ho i va retornar al niu on els petits badaven, però tota la seua vida se’n va recordar. I quan ho contava als seus fills, néts i besnéts quedava una miqueta somniosa, com si veiera la imatge del cavaller més gentil, alt i ben plantat. I quan el rei fou molt vell, va voler que aquest fet fora escrit en la seua Crònica, perquè tothom ho sabera.
9. JAIME I Y LA CONQUISTA DE MALLORCA
En la vida de Jaime I hubo muchos hechos extraordinarios y milagrosos. En la conquista de Mallorca sucedieron dos que muchos narradores recuerdan.
a) Los crucificados.
En el asedio a la fortaleza de Palma, cuando los sitiados pudieron comprobar la formidable potencia de tiro que mostraban los arqueros del rey Jaime y la fuerza de sus catapultas, y al sospechar que los cristianos avanzaban cada vez más en la construcción de una mina que acabaría abriendo una brecha en la muralla, decidieron fabricar un escudo vivo con los cautivos que estaban en su poder, a los que ataron a cruces y suspendieron encima de las murallas. El obstáculo que aquellos compatriotas inermes presentaban hizo que los cristianos interrumpiesen su ataque, pero tras reunirse el consejo real, el rey Jaiume dispuso que el asalto se llevase a cabo, dejando en manos de Dios el destino de los crucificados.
Dispararon los cristianos sus flechas, arrojaron sus piedras, minaron la muralla, lograron colocar las escalas y alcanzar las almenas, tomaron al fin la fortaleza y ni uno solo de aquellos cautivos que estaban atados a las cruces en medio de la batalla, expuestos a recibir toda clase de heridas y golpes, sufrió un solo rasguño.
b)El milagro de Hugo de Montcada
Otro hecho milagroso tuvo lugar después de que Jaime I se hubo apoderado de la ciudad, cuando los árabes fugitivos se habían refugiado en las asperezas de la sierra, al norte de la isla. Los ejércitos reales tenían rodeados a los árabes, pero éstos presentaban tenaz resistencia a ser sometidos. Era tiempo de cuaresma y, entre los cristianos, a la abstinencia propia de las fechas se unía la escasez de alimentos.
El rey Jaime dio ocho días de plazo a los árabes para su rendición, con la amenaza de un asalto sin perdón ni cuartel, en caso de que el rey árabe no accediese a entregarse con todos los suyos. Sin embargo, transcurridos seis días, entre las tropas cristianas no había nada que comer y los soldados se dispersaban por los campos buscando cualquier cosa que pudiese servirles de alimento. En esto llegó hasta el real la noticia que don Hugo de Montcada había conseguido un importante botín alimenticio de unos moros y que lo tenía en su tienda. El rey Jaime, con muchos caballeros, se dirigió allí.
Cuentan los narradores que don Hugo, prevenido de la visita, salió a recibir al rey con mucha cortesía. Y que después, quitándose la capa de color grana y tras extenderla en el suelo, colocó sobre ella, muy solemnemente, siete pequeños panes que el rey contempló con mirada desolada. Mas don Hugo bendijo el pan y lo fue repartiendo entre el rey y su séquito, y al cabo se produjo el milagro de que todos ellos, que eran más de un centenar, comieron abundantes porciones, de forma que satisfacieron su hambre y pudieron resistir hasta el cumplimiento del plazo que el rey Jaime había impuesto, en que los mil quinientos moros fugitivos se entregaron.
Jaime I expresó su gratitud a Hugo de Montcada concediéndole el blasón de siete panes de oro en campo de grana...
(extraida del libro de José María Merino "Leyendas españolas de todos los tiempos" pág 74-76)
10. MATA AL REY Y VETE A MURCIA
Dice la leyenda que en Valencia había una joven que era el más lindo pimpollo que se paseaba por la ciudad. La moza tenía veinte años recién cumplidos y era más salada que las salinas de San Pedro del Pinatar. Si a todos estos encantos añadimos que el padre de la joven, al pasar a mejor vida, le había legado una enorme fortuna, bien podrán ustedes figurarse que no eran pocos los caballeros que andaban tras de tan linda golosina.
El rey don Jaime, bajo cuya potestad estaba la moza desde la muerte de su padre, la había prometido en matrimonio a un caballero que era su primo. La joven no amaba a este caballero.
Pero como cuando menos se piensa salta la liebre en nuestras vidas, sucedió que la doncella fue un Jueves Santo, acompañada de su dama de compañía, a recorrer estaciones. Dicen que cuando entró en la catedral, se cruzó con un joven muy apuesto, y que ambos quedaron al punto el uno prendado del otro. Isabel, que así se llamaba la hermosa joven, se dirigió hacia la pila bautismal con ánimo de mojar sus primorosos dedos en ella. Y antes de que introdujera su mano en la pila, el desconocido caballero, con galantería extrema, le presentó una rosa roja empapada en agua bendita. Ella alzó los ojos y sus mejillas se tiñeron tanto de carmín, que ya no hubo una, sino dos rosas.
Había llegado el amor para la bella Isabel. El mozo le hizo un saludo muy gentil y aunque su boca permaneció en todo momento muda, su mirada lo dijo todo. La declaración de amor, aunque muda, quedó hecha, y la doncella, al no devolver la rosa, había aceptado la declaración.
Enterado el prometido de Isabel de este sucedido, retó a duelo al ladrón que intentaba robarle su acaudalado patrimonio. El primo del rey don Jaime murió aquella noche en duelo a manos del joven desconocido. Y aunque había sido un duelo en toda regla, pues así lo juraron los padrinos de ambos caballeros. El rey dio orden de detener y juzgar por homicidio al anónimo caballero. Al enterarse el joven de que estaba siendo buscado por los justicias del rey, tomó algunas de sus pertenencias y se refugió en el Reino de Murcia.
El rey don Jaime estaba muy enojado, y como era suegro de don Alfonso, habló con él y le pidió que suprimiera el célebre privilegio. Al día siguiente, todos los alcaldes y alguaciles del Reino de Murcia recibieron la siguiente carta firmada por el rey Alfonso X. «Tengo por bien y os mando que todos los malhechores de la tierra del Reino de Aragón que estén acogidos o se acojan al Reino de Murcia que tengan delitos de muerte o de sangre que sean prendidos para darlos a la justicia de los lugares o villas del Reino de Aragón donde hayan cometido o tengan pendiente delito de culpa. Dado en Sevilla a diez de Agosto de 1268. »
El rey don Jaime, bajo cuya potestad estaba la moza desde la muerte de su padre, la había prometido en matrimonio a un caballero que era su primo. La joven no amaba a este caballero.
Pero como cuando menos se piensa salta la liebre en nuestras vidas, sucedió que la doncella fue un Jueves Santo, acompañada de su dama de compañía, a recorrer estaciones. Dicen que cuando entró en la catedral, se cruzó con un joven muy apuesto, y que ambos quedaron al punto el uno prendado del otro. Isabel, que así se llamaba la hermosa joven, se dirigió hacia la pila bautismal con ánimo de mojar sus primorosos dedos en ella. Y antes de que introdujera su mano en la pila, el desconocido caballero, con galantería extrema, le presentó una rosa roja empapada en agua bendita. Ella alzó los ojos y sus mejillas se tiñeron tanto de carmín, que ya no hubo una, sino dos rosas.
Había llegado el amor para la bella Isabel. El mozo le hizo un saludo muy gentil y aunque su boca permaneció en todo momento muda, su mirada lo dijo todo. La declaración de amor, aunque muda, quedó hecha, y la doncella, al no devolver la rosa, había aceptado la declaración.
Enterado el prometido de Isabel de este sucedido, retó a duelo al ladrón que intentaba robarle su acaudalado patrimonio. El primo del rey don Jaime murió aquella noche en duelo a manos del joven desconocido. Y aunque había sido un duelo en toda regla, pues así lo juraron los padrinos de ambos caballeros. El rey dio orden de detener y juzgar por homicidio al anónimo caballero. Al enterarse el joven de que estaba siendo buscado por los justicias del rey, tomó algunas de sus pertenencias y se refugió en el Reino de Murcia.
El rey don Jaime estaba muy enojado, y como era suegro de don Alfonso, habló con él y le pidió que suprimiera el célebre privilegio. Al día siguiente, todos los alcaldes y alguaciles del Reino de Murcia recibieron la siguiente carta firmada por el rey Alfonso X. «Tengo por bien y os mando que todos los malhechores de la tierra del Reino de Aragón que estén acogidos o se acojan al Reino de Murcia que tengan delitos de muerte o de sangre que sean prendidos para darlos a la justicia de los lugares o villas del Reino de Aragón donde hayan cometido o tengan pendiente delito de culpa. Dado en Sevilla a diez de Agosto de 1268. »
(extraida de la web http://www.agalera.net/rey.htm)
11. JAIME I CON SANCHO EL FUERTE DE NAVARRA
Describe a Sancho VII el Fuerte : sus rasgos y constitución se ciñen a como era, un gigante del siglo XIII que alcanzaba los 2,22 metros, la medida exacta que ofrece. También su cuñado el rey Ricardo se aproximó a los dos metros, y los superó el rey de Aragón, Jaime I el Conquistador, ya a los 23 años de edad. Es histórico el encuentro entre Jaime y Sancho en 1231 en el castillo de Tudela, donde habría de decidirse la sucesión del reino que nunca se llevó a la práctica por decisión del pueblo navarro. La crónica de puño y letra del monarca aragonés muestra el asombro que le produjo comprobar por sí mismo la estatura del rey, aun con 70 años de edad, extremadamente grueso y ya muy enfermo: “Envionos mensaje para proponernos que celebrásemos con él alianza mutua. Resolvimos ir a avistarnos con él en Tudela. Hacía varios años que no había salido de aquel castillo. Tampoco se había dejado ver por ninguna parte. Llegados a Tudela hubimos de subir al castillo, porque él no podía bajar hasta la villa por ser tan extremadamente gordo que causaba admiración. El primer día que subimos a verlo nos acogió tan cortésmente. Nos abrazamos mutuamente y vimos que era de tan aventajada estatura como nos.”
(extraida de la web http://www.rencesvals.com/relato05.html )